LA OPOSICIÓN: CRÍTICA, CONTROL Y ORIENTACIÓN ALTERNATIVA DE GOBIERNO.
LA
OPOSICIÓN, crítica, control y orientación alternativa de gobierno.
Por
Cuauhtémoc Sotelo Rosas.
“El
funcionamiento de todos los regímenes políticos es eficazmente explicable solo
en la medida en que se explican las relaciones entre Gobierno y oposición.”
Gianfranco
Pasquino, “Oposición, gobierno sombra, alternativa”, en La oposición en las democracias
contemporáneas, Editorial Universitaria de Buenos
Aires, Buenos Aires, 1997.
L as
señales autoritarias y de desatinos políticos y económicos que muchos
consideran perjudiciales para el país y que se han dado desde el poder político
en México, por parte del nuevo grupo que se ha hecho del poder en las últimas elecciones
–señales y actos suficientemente expuestos públicamente-, desde meses antes de
que el nuevo presidente de la República asuma su cargo (lo hará este 1 de
diciembre), han provocado incertidumbre y temor no solo a los inversionistas
nacionales y extranjeros y a los llamados “mercados de capital”, sino también y
más preponderantemente, a amplios grupos de ciudadanos ubicados sobre todo, en
los electores que no votaron por Andrés Manuel López Obrador (En cifras
cerradas, López Obrador ganó las elecciones con 30 millones de votos, en un
padrón electoral de 91 millones de electores, con 63 por ciento de
participación total en las urnas. Fuente: INE).
Es verdad que los
ciudadanos podemos defendernos ante el abuso del poder, recurriendo a los
derechos y garantías constitucionales y legales que tenemos en el ordenamiento
jurídico, pero también es cierto que hay una notable debilidad en la
construcción de nuestro Estado de Derecho, así como de un deficiente desarrollo
institucional de varias de nuestras instituciones que son pilares para hacer
efectivos esos derechos y garantías, lo que muchas veces causa impotencia y
desamparo. Certeza y seguridad jurídicas, si bien consagradas en el texto
constitucional, son materias aún pendientes de garantizar plenamente su
eficacia por nuestro Estado de Derecho.
Ante la ausencia de
una oposición de los estamentos propiamente políticos y también la ausencia, pasmo,
poca imaginación política y marginalidad de una oposición parlamentaria en las
Cámaras legislativas mexicanas, estamos presenciando en el país que la función
opositora se ha trasladado a los medios de comunicación, al no cumplir los
órganos parlamentarios el papel de Tribuna de la Oposición pública.
Hace más de cien años
(¡Cien años! Los latinos ya sabían esto: nihil
novi sub sole, “no hay nada nuevo bajo el sol”), un brillante pensador y jurista
judío-alemán, orgullo de la Universidad de Heidelberg, Georg Jellinek, hijo de un rabino culto (aludo la estirpe judía de
Jellinek para resaltar, admirándola, como decía mi maestro Pablo Lucas Verdú -decano ilustre de la Universidad de Salamanca y
de la Complutense de Madrid-, la dimensión cultural "no simplemente
erudita" que informa al Derecho constitucional inspirado en la tradición
judeo-cristiana secularizada), uno de los padres de la Teoría del Estado, decía: "los tiempos en que la tribuna
parlamentaria era el único lugar para influir en el Gobierno efectivamente
pasaron hace mucho. El desarrollo de la prensa en las últimas décadas ha sido
tan enorme, que su fuerte crítica de los abusos públicos ha logrado, a menudo,
más éxitos que la crítica parlamentaria, de suerte que, tal vez, sea capaz de
determinar, con mayor eficacia, el curso legislativo que los partidos
parlamentarios dominantes. Claramente se advierte, si bien como es natural no
en forma jurídica ordenada, cómo se ha configurado un nuevo modo de
responsabilidad de los gobiernos ante el pueblo, cuya opinión multívoca se
expresa a través de la prensa". (Georg
Jellinek, Reforma y mutación de la
Constitución, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1991, págs.
85-86).
Asistimos ahora
mismo, en México, a un fenómeno propio de las sociedades democráticas,
consistente en que la función opositora de la crítica y control público al
poder, se ejerce predominantemente y a menudo con más fuerza, por los
particulares en los medios de comunicación.
Sin embargo, se sabe
que para que funcione razonablemente bien, con sus límites y fallas, una democracia
representativa, se requiere igualmente que una República representativa como la
nuestra, articule institucionalmente –en sedes parlamentarias me refiero
particularmente- los procesos, demandas e intereses políticos en los que los parlamentarios
(representantes) de la oposición legitiman una función
esencial para un Estado democrático.
Ya lo decía el
ilustre Ralf Dahrendorf a propósito
de la teoría del conflicto social,
que: “corresponde a la oposición asegurar, en cambio, nuevamente en cada
oportunidad, que las fuerzas de la transformación puedan encontrar una adecuada
expresión institucional” (Dahrendorf,
“Declinación de las oposiciones y minorías morales”, en Micromega, abril-junio, 1988, p. 87).
Resulta evidente que una
oposición parlamentaria no puede quedarse fuera del juego de las relaciones con
el Gobierno ni siquiera cuando no quiere o no le sea posible en el mediano
plazo sustituirlo, toda vez que significaría renunciar a una de sus funciones
más preciadas: la de ejercer el control político-administrativo de los actos
del Gobierno, delineando así una importante función política en un sistema que
no prevé una responsabilidad directa del Ejecutivo frente a las Cámaras
representativas.
Así, como el sistema
todavía no ha absorbido la mayoría de las tensiones sociales, el Gobierno
necesita (se dice, un gobierno democrático), para integrar la voluntad estatal,
la participación de la oposición. Desde finales de los años setenta del siglo pasado, Manuel García-Pelayo afirmaba que a la lucha por la participación
en la formación de la voluntad estatal, a través de los partidos, se articula
la lucha por la participación, en la distribución de bienes y servicios llevada
a cabo por el Estado.
Me queda claro que
esta labor propositiva, principalmente le quedará a la oposición, a la
oposición parlamentaria (tan débil como quedó tras las pasadas elecciones
federales y en algunos estados. Pero también existe lo que se llama oposición
extraparlamentaria, oposición social, que es aquella que podemos hacer todos
quienes podamos hacer crítica, sin necesidad de tener un cargo, puesto o
función dentro del aparato estatal. La oposición en las organizaciones civiles,
en las no gubernamentales, en los organismos de derechos humanos, en las
universidades, en la academia.
Como lo enseñaba el
gran jurista Giuseppe De Vergottini,
profesor de derecho público comparado, docente de derecho constitucional en la
Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Bolonia (Opposizione parlamentare, en Enciclopedia del Derecho, vol. XXX,
Giuffré, Milán, 1980), al hacer la distinción entre oposición-función y oposición-organización:
“La primera puede ser desarrollada también por sujetos o institutos
diferentes de los grupos parlamentarios, como las cortes constitucionales, los
tribunales, el bicameralismo, el federalismo
y, en general, todos aquellos mecanismos ínsitos en la separación de poderes y
en la articulación de las garantías. En este caso estamos frente a la
incorporación o institucionalización de la función de la oposición en el
ordenamiento democrático.” La segunda, en cambio (oposición-organización),
está situada dentro de las cámaras legislativas y designa a las fuerzas
políticas minoritarias respecto de las de la mayoría.
Se olvida con
demasiada frecuencia, apunta Gianfranco Pasquino, que la historia del desarrollo de la democracia,
cualquiera sea el modo en que sea narrada y analizada, está hecha precisamente
de las múltiples tentativas de afirmación (en todos los sentidos, comprendido
el del acceso al gobierno) de la oposición y de las correspondientes tentativas
de represión por parte de las autoridades vigentes (gobiernos formalmente
constituidos o no). Gianfranco Pasquino, “Oposición, gobierno sombra, alternativa”, en La
oposición en las democracias contemporáneas, Editorial
Universitaria de Buenos Aires, Buenos Aires, 1997.
“La función opositora, en efecto, puede ser
desarrollada contemporáneamente por y dentro de una multiplicidad de
instituciones político-jurídicas del estado de derecho democrático”. Oreste Massari, “Naturaleza y rol de
las oposiciones político-parlamentarias”, en Gianfranco Pasquino, La
oposición en las democracias contemporáneas, Editorial
Universitaria de Buenos Aires, Buenos Aires, 1997.
Por todo ello, es saludable, positivo y bienvenido -además de necesario- que en una sociedad democrática sus ciudadanos participen, se involucren y realicen las funciones de oposición social o extraparlamentaria (leal, democrática, legal, constitucional dentro del sistema) desde la tribuna de los medios de comunicación, aunque debe decirse también, que dentro de un sistema democrático y representativo de Derecho, es indispensable -lo mismo que insustituible- que los representantes en las cámaras legislativas a quienes les toque desempeñar la función de oposición parlamentaria, realicen efectivamente dicha función, sin ser omisos o reticentes en ella, ya que la crítica de los actos del poder o de la mayoría legislativa, desempeñan una función de control y orientación de las decisiones políticas y, eventualmente, representarán una alternativa de arribar al gobierno cuando las citas electorales lo dispongan, elementos todos que deben siempre estar disponibles para el ciudadano democrático y el buen funcionamiento de la democracia, alejándose así lo más posible, de los afanes autoritarios de los que hay mucha tentación en estos tiempos.
Por todo ello, es saludable, positivo y bienvenido -además de necesario- que en una sociedad democrática sus ciudadanos participen, se involucren y realicen las funciones de oposición social o extraparlamentaria (leal, democrática, legal, constitucional dentro del sistema) desde la tribuna de los medios de comunicación, aunque debe decirse también, que dentro de un sistema democrático y representativo de Derecho, es indispensable -lo mismo que insustituible- que los representantes en las cámaras legislativas a quienes les toque desempeñar la función de oposición parlamentaria, realicen efectivamente dicha función, sin ser omisos o reticentes en ella, ya que la crítica de los actos del poder o de la mayoría legislativa, desempeñan una función de control y orientación de las decisiones políticas y, eventualmente, representarán una alternativa de arribar al gobierno cuando las citas electorales lo dispongan, elementos todos que deben siempre estar disponibles para el ciudadano democrático y el buen funcionamiento de la democracia, alejándose así lo más posible, de los afanes autoritarios de los que hay mucha tentación en estos tiempos.
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